El primer largometraje que dirige la cineasta egresada de la Universidad de Buenos Aires es parte de la selección oficial de la Competencia Argentina. La película propone fronteras geográficas desdibujadas en sus locaciones y, también, en su género. Esta es la crítica de ‘Matar a la bestia’, de Agustina San Martín.
Los hechos transcurren en la frontera entre Argentina y Brasil. Allí es donde Emilia viaja desde Buenos Aires en busca de su hermano Mateo. Él desapareció hace una semana y a nadie parece importarle su paradero, ni siquiera a su tía, dueña de una pensión en la frontera. Todos en el pueblo están aterrados por una bestia que acecha a las mujeres. En la noche los hombres se adentran armados en la oscuridad de la selva, elevando sus voces en rezos. Además, la llegada de una nueva huésped despertará en Emilia el deseo de vencer sus miedos.
La película de Agustina está atravesada por elementos inseparables: la selva y el pueblo, la luna y la niebla, el deseo y el miedo, el hombre y la bestia. En estas dualidades que presenta, se desdibujan las líneas de todas las fronteras, hasta la geográfica, excepto las que tiene Emilia y que no cruza por temor.
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‘Matar a la bestia’ invita a una experiencia sensorial particular a través de su fotografía y la mezcla de los sonidos ambiente. La directora de fotografía, Constanza Sandoval, pinta un cuadro desde el primer plano: una luna llena que hace alusión a la leyenda del hombre lobo o la luz cálida de la parroquia en lo alto de la selva, para mencionar algunos ejemplos. Como espectadores por momentos sentimos incomodidad. Miramos una escena íntima a través de un espejo sucio, como si fuéramos nosotros los acechadores.
La ópera prima de Agustina San Martín coquetea con el género de terror y nos narra un coming-of-age en el que es necesario cruzar las fronteras para “matar el miedo”.
